Santiago Rivas era un triunfador con un futuro prometedor, pero un día se enamoró del vino y le jodió la vida. Su relación con el sector del vino, con sus protagonistas y con el propio líquido elemento fueron la esencia de su primer libro, ‘Deja todo o deja el vino’, que por alguna extraña razón lleva ya siete ediciones. Los que hayan leído la obra saben que se despachó a gusto, así pues, ¿qué más le quedaba por contar?
Es posible que para un escritor medio –incluso para un bebedor consumado– ya estuviese dicho todo lo digno de ser abordado, pero en el caso de alguien como Santi que, como los peces, necesita del medio líquido –tinto, blanco o espumoso– para sobrevivir, era de esperar que aún tuviese cosas que contar.
De hecho, ha dado un paso hacia el futuro para acuñar un concepto que, en breve, a poco que se publique este nuevo libro, veremos empleado de manera habitual en críticas, crónicas y demás croares periodísticos. ¿De qué se trata? Del vino gentrificado, nada menos.
¿A quién no le gustaría un pisito coqueto en el centro histórico de su ciudad, al lado de la tienda de ultramarinos de toda la vida y de la panadería donde la abuela le mandaba con veinte duros a comprar una barra y dos bollos?
Pero llegaron los pisos turísticos, los especuladores… y ni barra ni pisito coqueto. A grandes rasgos, ese fenómeno es el que Santi observa, analiza y destripa en este libro: ¿por qué no hay quien pueda pagar un otrora vino asequible, y sin embargo un sorbo estelar de antaño ahora no se vende ni en brick?
En ‘Vinos gentrificados’, nuestro deslenguado autor profundiza en las divertidas y turbias aguas del consumo iniciado, los vinos de culto y ese disparatado precio que alcanzan algunas etiquetas. Y es que estamos ante un cambio de paradigma, vivimos una de las épocas más desconcertantes de la Historia, ya que nunca la verdad y la mentira fueron tan difíciles de diferenciar pese a la información disponible, y eso es algo que también afecta a nuestra manera de comprar y beber vino.
Durante los últimos años se ha dado, puede parecer que de la nada, un consumo consciente que desea intelectualizar su relación con el vino, hasta el punto de reconocer sin miramientos que el acto de consumir es un asunto de ideología, y es en ese preciso momento en el que empieza esta fiesta, y donde se sitúa el epicentro de la actual división del sector.
Puede que todo esto suene a tratado sesudo pero cuidado, que a nadie le pille con el revólver descargado porque Santi Rivas, míster Colectivo Decantado, sigue siendo el revólver –lingüístico– más rápido al Oeste del Duero (de la Ribera, se entiende), y como no podía ser de otra manera, no hay sector del ecosistema del vino que escape al alcance de su pluma.
Divulgadores, sumilleres, bodegueros, cocineros, tenderos, distribuidores… Algunos salvan el pellejo con honor en estas páginas y otros muerden irremediablemente el polvo. Eso sí, siempre con esa pólvora preparada a base de ironía, sarcasmo y marujeo ‘high class’ que tan bien sabe utilizar Santi Rivas.